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Nunca lo entenderé. Si desde dentro me veo como una persona con la que cualquiera adoraría estar, si soy la típica persona que puede darte estabilidad y algo idílico sin pedirte nada a cambio más que reciprocidad. ¿Por qué nadie ve eso en mí? ¿Por qué todos se quedan en la capa externa y no se atreven a conocerme en profundidad? ¿Tanto asusta que te quieran bien? 

Esta respuesta ya la sé. Y desgraciadamente es que sí. Asusta que te quieran como nunca antes lo han hecho. Asusta que te cuiden las heridas como nadie jamas ha sabido. Asusta que te traten con respeto y sin faltártelo nunca. Asusta y mucho, que sepan cada debilidad tuya y traten de cuidarla y jamás tocarla con maldad. Y es que todo esto asusta porque en el momento en que esa persona sabe todo eso de ti, te quedas desnudo, dándole el poder de herirte en cualquier momento que desee. Lo que no se imaginan, pobre ilusos, es que en ese mismo instante en que la otra parte tiene toda esa información sobre ti, ya nunca más querrá irse de tu lado, y mucho menos dañarte. Porque si se invierte tiempo en conocer a fondo a una persona es porque hay un mínimo interés en cuidar de ella y no soltarla a la mínima. De ayudarla en aquello que esté en tu mano y jamás dejarla sola en procesos complicados. De darle independencia y libertad, tanta, que cuando esté en pleno vuelo se acuerde de ti y se de cuenta de que eres su norte y que por muy lejos que vuele, siempre volverá a ti. 


De ahí en adelante ya sólo queda cuidado, atención y mucho amor.

 

Pero ya nadie está preparado para llegar a ese punto de desnudez e intimidad. 

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